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sábado, 12 de diciembre de 2009

Cobarde Confusión


El Museo de Arte Moderno de Nueva York expone las obras de Tim Burton hasta el próximo 26 de abril. La muestra de este genial director de cine recorre no sólo su carrera cinematográfica sino también una serie de dibujos y pinturas que reflejan el espectacular talento del peculiar artista.

Me gusta Burton, su estética, sus historias, sus películas, su arte... obviamente no podré asistir a su muestra en NY ya que ningún colectivo me lleva desde Lomas. Por esto simplemente me conformo mirando las fotografías de la exposición por internet. Cuando vi esta en particular me pasó algo raro. No la entendía o si pero me impactó bastante. Luego de algunos días como fondo de pantalla en mi computadora personal me dedique a pensarla. Después de mucho humo noté que muchas veces me siento así. Parada, sola e indefensa, observando, analizando cómo se derrumba aquello que construí con tanto esfuerzo o mejor dicho aquello que con tanto esfuerzo busco construir.

Todos miran desde abajo como si no les importara o como si fuera un juego ultra divertido que les permite verse y sentirse mejor consigo mismos. No lo entiendo. No comprendo por qué me quedo ahí parada congelada esperando que todo se derrumbe encima de mí. En cualquier película le gritaría al protagonista CORRE, CORRE NO SEAS IDIOTA!! Pero no va a huir y yo tampoco.

No entiendo si será masoquismo o simplemente estupidez pero sí sabes que eso va a caer sobre tu cabeza ¿¿Porqué quedarse??

Por cobardía, descifré. Simple temor, por que estar ahí es el camino fácil, el más sencillo pero el más doloroso, es conocer el futuro.

ESO VA A CAER EN MI CABEZA Y ME VA A LASTIMAR.

En cambio, si corro no sé a dónde voy a ir, con qué me voy a encontrar o quiénes serán los próximos en ponerme debajo del objeto contundente que caerá sobre mi cabeza.
Que cobarde. Que buen dibujo.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Entrevista con Ignacio Copani

“Mi opinión política siempre me cerró más puertas de las que me abrió”

Ignacio Copani es un músico que siempre se mostró comprometido con su ideología política, aunque también se animó a los hits pegadizos.

Según sospecha, a los grandes medios no les gusta su “ideología, ni su estética, ni sus canciones de amor y tampoco las divertidas”. Por eso cree que no lo difunden, que no pasan sus canciones en las radios ni en los programas de televisión. Se nota que le duele, lo dice con ojos cansados, como quien trata de comprender algo irrisorio.

En algún momento, allá por los años 90, su carrera se metió en la esfera popular. Lo invitaban a los programas televisivos de más rating y sus hits sonaban en todas las radios. Era la época del tema “cuántas minas que tengo” y su personaje, entre ganador y romántico, vendía miles de discos. Allí quedó ese rol, escondido detrás de la cara de buen tipo que porta hasta hoy.

Su casa huele a café recién hecho y esa sensación de hogar se percibe en el ambiente apenas se atraviesa el umbral de la puerta. Las fotos de su madre resaltan en un aparador, ella posando junto a su hermana melliza, ambas vestidas con el mejor estilo español. “Mamá fue una gran laburante, se levantaba temprano todos los días para trabajar pero siempre cantando, con su abanico en la mano y su flor en el pelo”, recuerda Copani.

La foto de Ernesto “Che” Guevara asoma sobre la chimenea entre dibujos de su nieto que parece siempre está por llegar. Sus juguetes lo esperan desparramados por el suelo o amontonados en un rincón. “Es toda una experiencia cuando viene, esto de ser abuelo es un desafío maravilloso”, dice mientras recoge algunos autos que se interponen en el camino que lleva a su estudio.

Copani y la política

Este músico no es como los demás, se entusiasma hablando de sus temas, de sus giras y los nuevos proyectos. Sin embargo se apasiona cuando llega el turno de hablar de política.

Es que en su amplia trayectoria (tiene más de 20 discos editados y 1200 canciones registradas) se percibe su compromiso político, tal vez por eso elije escapar del rótulo de “cronista de la realidad” y prefiere considerarse un “editorialista”. “Me gusta embarrarme de las noticias, tomar partido y escribir canciones que tengan una opinión firmada, quiero que mi opinión llegue al público”, explica.

Su estudio está repleto de posters y fotos de River Plate, también están sus discos de oro y platino y claro, la foto de Eva Duarte de Perón.

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-¿Cómo se desarrolló su pensamiento político y su militancia peronista?


- Mi ideología peronista y mi amor por evita son parte de mi genética, están en mi ADN. Así como ser de River o cristiano, nací así. Después me adiestré 52 años para defenderlo en los momentos de crisis. No soy un tipo místico o de fe pero el cristianismo y sus buenas ideas son parte de mi ideología. De la misma manera, aprendí a defender las glorias riverplatenses.
También se dio así con el peronismo, es parte de mi identidad, tengo toda la liturgia pero también con mi conocimiento, con lo que estudié y con todo lo que apuntalé en la vida pude prepararme para defenderlo.

No recuerdo el día en que me hice peronista, ni el día en que me hice argentino, ni el día en que me hice cristiano, ni el día en que me hice de River. Les agradezco mucho a mi abuelo y a mi viejo porque fueron quienes eligieron. Yo heredé todo ese bagaje.

Copani es un tipo de pueblo, se crió en Pavón arriba, distrito de Constitución en la provincia de Santa Fe, ahí se impregnó de la cultura de trabajo en el campo. Su familia fue una de las primeras en cosechar soja en la Argentina, pero ese mismo campo que lo vio crecer hoy le da la espalda y volver a su pueblo viene acompañado de escraches, agravios y desplantes.

Todo explotó en el 2008 cuando escribió un tema en repudio a los cacerolazos que apoyaban al “campo” durante el conflicto por la resolución 125. “Cacerolas de teflón” se llama y habla del silencio de estos sectores durante los momentos más difíciles de la Argentina: “…No te oí. Puede ser que mis orejas oigan mal, pero nunca te he sentido en la rural, reclamar por el jornal de los peones yerbateros, por la rentabilidad de los obreros, por el tiempo venidero, por que venga para todos. No te oí ni te oiré porque no hay modo de juntar tu avaro codo con mi abierto corazón”, dice la canción y enseguida se comprende el enojo de los productores rurales del pueblo.

El tema fue creciendo y se difundió velozmente a entre sus seguidores luego de que Copani la tocara en un recital en Neuquén. La interpretó durante un acto por el aniversario del asesinato del docente Carlos Fuentealba y, de la mano de las redes sociales, el tema apareció en internet y miles de personas pudieron escucharlo. Así fue como, por su apoyo a las políticas del kircherisno, terminó por recibir el repudio de su pueblo y, por eso, ya no quiere volver.


-¿Qué sintió con todos los escraches que sufrió en Pavón Arriba? ¿Cree que algún día podrá volver y ser bien recibido?


- Me maltrató mucho el pueblo y mi familia de ahí no me defendió. Ellos creen que yo cambie, pero deberían revisar un poco su historia. Yo no cambie, a mi me gustaría que les vaya bien a todos, pero para mí ese pueblo no existe más. Me duele de verdad pero a esta altura me parece irrecuperable.

Esa relación perdida con su pueblo lo llena de bronca, pero principalmente de tristeza: “Hace poco se cumplió el primer aniversario de la muerte de mi padre y no pude ir. Viajaron mis hermanos, llevaron flores a su tumba y yo no pude viajar, eso si me duele mucho”, relata con resignación.

Así como en su pueblo, muchos medios de comunicación lo censuran por su ideología. En relación con esto cuenta: “Me siento absolutamente censurado por los medios de comunicación. Muchas veces programas de Todo Noticias (TN) me han invitado y des-invitado en el mismo día o me han hecho notas que nunca salieron al aire porque me consideran nocivo para su pantalla. Tengo pruebas de que es así y amigos míos que trabajan ahí me lo han confirmado. De otros medios puedo tener sospechas, pero de TN estoy seguro. A mí no me molesta, me honra que TN me margine, me da rabia porque estamos en democracia.


-¿Qué criticas son las que más le molestan?


- Me molesta que me acusen de estar rentado, no que digan que no están de acuerdo conmigo, ni con mi ideología. No acepto a quien pone en juego mi integridad como persona o como militante. Creer que especulo con lo que digo no tiene sentido si se tiene en cuenta que cada aspecto de mi carrera que dio mi opinión política o mi posición siempre me cerró más puertas de las que me abrió. Incluso ahora que me siento oficialista y que apoyo las medidas de este gobierno.

sábado, 21 de noviembre de 2009

El campo que no se ve

Detrás de los monopolios

El campo que no se ve

A raíz del conflicto por las retenciones a la soja surgió el campo reclamando por su rentabilidad. Sin embargo, aquellos que reclaman son los mismos que centralizan la producción, explotan a los trabajadores y quitan la tierra a los nativos.

Argentina es por tradición uno de los productores agropecuarios más importantes del mundo, pero el neoliberalismo comercial y la especulación financiera también invadieron este sector fortaleciendo a las grandes empresas agro-ganaderas y empujando a la desaparición a los pequeños productores. La precarización laboral y la explotación también atentaron contra el desarrollo de los pueblos que encontraban en esta rama una fuente de ingresos.
En marzo de 2008, a raíz del conflicto por el aumento de las retenciones móviles a la soja, se inició un proceso del que surgió un nuevo sector político: El campo. Ellos se encuentran representados por la Sociedad Rural Argentina (SRA), la Federación Agraria Argentina (FAA), la Confederación Intercooperativa Agropecuaria (Coninagro) y Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) que agrupan a las grandes agro-empresas que principalmente se dedican a la producción de soja.
Sin embargo, ese no es el único “Campo Argentino”, en realidad ese es el campo extranjerizado que responde a los intereses de los países que compran esa soja. Como en la mayoría de los procesos de producción en nuestro país, la vorágine del libre mercado y la ambición inescrupulosa de los empresarios han terminado por destruir la producción para el consumo interno y la elaboración de productos nacionales. La discusión es la misma hace siglos, la Argentina agro exportadora “Granero del mundo” frente a la posibilidad de estimular el desarrollo interno de los distintos factores económicos.

En el caso de la agricultura nacional, el fenómeno mundial de la soja terminó por invadir todos los espacios para cultivo, por su bajo costo de producción y el beneficio del cambio dólar-peso. En el mercado internacional el precio de la soja se tasa en dólares, pero los costos de producción se tienen en pesos, esta situación permite multiplicar las ganancias según el cambio.
En el medio de este conflicto de intereses multimillonarios existen dos actores que fueron desplazados del mapa, los pequeños productores y las familias de campesinos e indígenas que habitan o habitaban territorios que se interponen a la producción sojera y los peones y trabajadores rurales.

El Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI) está integrado por 15 mil familias de siete provincias, que poseen pequeñas porciones de tierra hace muchos años donde crían animales, cosechan algodón, uva o yerba. No son empresarios del campo, son trabajadores que subsisten con su producción y que defienden su tierra como un bien que trabajado de generación en generación les es propio.

Ramona Bustamante, representante de esta agrupación denunció: “Los agro-negocios, con la soja a la cabeza, son sinónimo de desmontes, degradación de suelos, contaminación, eliminación de otros cultivos, destrucción de la biodiversidad y expulsión, siempre de forma violenta, de campesinos y pueblos originarios hacia los márgenes de las grandes ciudades”.
Esto se refleja estadísticamente en el censo agropecuario realizado en el 2002 donde se verificó que, en los últimos 10 años, 200 mil familias fueron expulsadas de sus chacras y terminaron por asentarse en barrios y villas de emergencia en las grandes ciudades. En el periodo 2002-2006 dejaron de existir 1.108.669 hectáreas de bosques, 277 mil hectáreas por año, que equivalen a 760 por día y 32 hectáreas por hora. En Salta en el mismo tiempo desaparecieron 414.934 hectáreas de bosque según datos de la Secretaría de Ambiente de la Nación. Todo esto para destinar principalmente esas superficies al cultivo de la soja.

La complicidad de los gobiernos nacionales, provinciales y locales llevó al desamparo de miles de familias que tienen que enfrentarse con topadoras y alambrados que diariamente amenazan con sacarlos de su lugar de pertenencia.

En pleno conflicto con la mesa de enlace, los medios de comunicación estigmatizaron al sector victimizándolos y considerándolos como los representantes del “campo argentino”, que según ellos defienden los intereses de los grandes y pequeños productores, quienes serían los más afectados con la aplicación del nuevo esquema de retenciones a las exportaciones agropecuarias.
En la propuesta del ejecutivo los porcentajes a retener eran móviles, aumentaban los impuestos a la soja y el girasol para desalentar su producción y reducir en menor medida la del trigo y el maíz.
Un punto a destacar a este respecto tiene que ver con la consideración de las cuatro entidades y de los medios de comunicación de lo que ellos reflejan como pobres y pequeños productores. En relación con esto Rubén Telechea, docente de la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora afirmó: “Si se toma un campo de 150 hectáreas a un valor promedio de 5 mil dólares la hectárea (llegan a valer hasta 15 mil dólares), da un valor aproximado de 750 mil dólares. Si se le agregan las maquinarias necesarias, se alcanza un patrimonio superior al millón de dólares. No conozco pobres ni pequeños productores que tengan un millón de dólares”.
Partiendo de esta base, las familias y los verdaderos pequeños productores que son expulsados de sus campos u obligados por las grandes agro-empresas a vender su cosecha a precios mínimos no son representados por las entidades del campo, a los que la clase media-alta argentina salió a apoyar por las calles del país en pleno conflicto previo y posterior al envío al Congreso de la Nación de la Resolución 125.

El Movimiento de Campesinos de Santiago del estero (MOCASE) en un comunicado de prensa repudiando el accionar de las agro-empresas en el lock out patronal denunció: “La oligarquía terrateniente implica por ejemplo que 6900 propietarios (familias, empresas o empresas-familias) sean dueñas del 49.7% de la superficie cultivable y productiva del país, o que según el Censo Agropecuario de 2002, 936 terratenientes poseen 35.515.000 Has (casi toda la superficie en cultivo), un promedio de 38.000 has c/u. Por el contrario 137.021 agricultores poseen sólo 2.288.000 has, con un promedio de 16.7 has c/u.". Esta asociación es víctima de reiterados ataques de los grandes grupos económicos que se desarrollan en la provincia, que son constantemente intimidados por grupos parapoliciales que los amenazan y persiguen.
La precarización del trabajo también se extiende a esta área ya que, según datos del Registro Nacional de Trabajadores Rurales y Empleadores hay en la Argentina 1,3 millones de peones de campo de los cuales sólo 750 mil están en blanco, con un sueldo promedio de $1200. Del mismo modo, debido al auge de la producción de soja ha disminuido la cantidad de mano de obra necesaria dado que cada 500 hectáreas de cultivo se necesitan alrededor de 4 personas. En cambio, para producir otros alimentos o para la cría de ganado se necesitan alrededor de 35 empleados por cada 100 hectáreas.

Ariel Succurro, del Movimiento Agroalimentario Nacional (MANA), una organización que nuclea a pequeños y medianos productores agroalimentarios y de pequeñas industrias que procesan esa materia prima, criticó la dominación de los oligopolios agrarios y afirmó: “Para producir tenemos que ir a comprar y como en la década del 90 nos vaciaron el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) tenemos que caer arrodillados ante los grupos económico-financieros para comprar semillas o maquinarias. Además, tenemos que rendirnos ante los grandes productores para venderles nuestra producción por centavos. Entregamos nuestra producción por monedas, eso es el libre mercado. Esta problemática se puede solucionar solo con más Estado, con un Estado que esté al servicio de las necesidades de los más pequeños, de los más vulnerables”.
Desde el MOCASE, también reclaman mayor intervención del Estado, apoyan las retenciones y proponen: “Las retenciones son sólo una medida frente a la necesidad de articular un plan nacional de desarrollo agropecuario, que debe obligatoriamente incluir la restitución de las Juntas Nacionales de Granos y de Carnes, la nacionalización del comercio exterior en ambos rubros, políticas que permitan el acceso democrático, barato y con créditos de largo aliento a la tierra para volver a tener cientos de miles de productores, repoblar el país y reconstruir la soberanía alimentaria y las economías regionales. También deben estar acompañadas de subsidios, políticas de reforestación de la superficie devastada por la sojización, de políticas de saneamiento de áreas infectadas por millones de litros de agrotóxicos y transgénicos, y de devolución de las cientos de miles de hectáreas robadas a los pueblos originarios en las últimas décadas”.
Aquello que muestran como el campo argentino, aquello que defiende la clase media-alta, no es más que un aspecto de los devenires del libre mercado y de la desidia por los trabajadores del campo, quienes desde hace años pelean por la producción nacional y el desarrollo interno en un modelo de inclusión en el que no se busque el beneficio económico de unos pocos.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Qué esperanza....

Mi abuela decía eso. Era un decir despectivo para algún comentario idiota de mi abuelo o mis tíos. Un decir como cualquier otro. Con el tiempo lo resignifiqué, entendí que ella ya no tenía esperanza en algunas cosas y entonces me di cuenta de que yo ya no tengo esperanza en otras tantas.

No pretendo confundir, no fue así siempre. Por lo general soy muy optimista, creo que todo es posible con un poco de compromiso, que el amor mueve montañas y que la felicidad se alcanza. De verdad creo que la injusticia se puede terminar con un poco menos de codicia, que un nuevo mundo vendrá y que tendré el placer de contribuir en algo para que así sea.

Pero tengo una contradicción: ya casi no creo en la gente. Y sí, me refiero a esa masa impersonal que no se sabe quién es ni qué piensa, solo se dice que esa gente cree... no importa qué. Bueno, ya no creo en ellos, no creo en que puedan cambiar, que puedan pensar, ni en que algún día puedan salir de la confusión.

Las miserias están cada vez más arraigadas y no encuentro la razón. Incluso lo veo en las personas que amo o ame, pero no me victimizo, yo también tengo de las mías, pero ya no entiendo el egoísmo.

Entonces todo lo otro se cae. Me confundo. Me pierdo.